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Normalmente, los chimpancés y otros animales de la zona obtienen minerales comiendo la médula de la palma de rafia, sin embargo, los productores de tabaco locales casi extirparon la palma

 

Hace varios años, en la Reserva Forestal de Budongo en Uganda, los investigadores se sorprendieron al observar a los chimpancés sacar heces secas de murciélago de debajo de un árbol hueco y devorarlas. En 60 años de observaciones en Budongo, nadie había visto algo así, explica el epidemiólogo veterinario Tony Goldberg de la Universidad de Wisconsin-Madison. "Todos teníamos exactamente el mismo pensamiento, deben estar expuestos a virus transmitidos por murciélagos", y es que, aunque las heces de los murciélagos son ricas en nutrientes, “contienen decenas de virus desconocidos”.

Así, la sospecha resultó correcta, pues un estudio reciente realizado por Goldberg y su equipo y publicado en Science, ha descubierto que estos nuevos patógenos incluyen un nuevo coronavirus, un pariente del que causa el COVID-19.

Los investigadores han descubierto una “forma totalmente subestimada” por la cual los nuevos virus pueden potencialmente propagarse de los murciélagos a otros mamíferos, incluidos los humanos, comenta el biólogo evolutivo Pascal Gagneux de la Universidad de California en San Diego, que no participó en el estudio. "Estos autores están documentando un 'ecoterremoto' absolutamente aterrador".

PATÓGENOS SURGIDOS DE FORMA PREVIA EN LOS PRIMATES

Han surgido brotes de patógenos mortales como el ébola y el ántrax después de que los humanos entraron en contacto con sangre, órganos o fluidos corporales de chimpancés u otros primates infectados. Se cree que el ébola y sus parientes se originaron en los murciélagos de África. Además, la mitad de todos los coronavirus que infectan a los humanos, incluido el SARS-CoV-2, saltaron de los murciélagos a los humanos a través de huéspedes intermediarios. Sin embargo, aún no está claro exactamente cómo se propagan estos patógenos de los murciélagos a esos animales intermedios, comenta Goldberg.

Para realizar el trabajo, los autores colocaron una cámara en el árbol donde los chimpancés recogían guano y lo comían. Vieron también que habían estado metiendo sus narices en el hueco del árbol donde vivían los murciélagos, probablemente inhalando más virus.

El equipo descubrió que los chimpancés no eran los únicos que se alimentaban del guano, que provenía de una colonia de murciélagos de hoja redonda de Noack que dormía en el árbol. Durante dos años, los simios comieron guano al menos 92 veces en 71 días diferentes, consolidando el primer informe de primates salvajes comiendo guano de murciélago. Los monos colobos blancos y negros también se alimentaron del guano 65 veces, y los antílopes duiker rojos lo lamieron 682 veces. Asimismo, al menos un humano no identificado (probablemente un granjero local, especulan los investigadores) recogió guano, como lo demuestra un palo encontrado en el sitio, tal vez como fertilizante.

UN EFECTO DIRECTO DE LA DEFORESTACIÓN

Cuando Goldberg y sus colegas analizaron el guano, descubrieron que era rico en minerales dietéticos esenciales como sodio, potasio, magnesio y fósforo. Normalmente, los chimpancés y otros animales de la zona obtienen estos minerales comiendo la médula de la palma de rafia. Sin embargo, entre 2006 y 2012 los productores de tabaco locales casi extirparon la palma cuando, en respuesta a un aumento en la demanda internacional de tabaco, hicieron cuerdas con las hojas de la palma para atar las hojas de tabaco para secarlas.

Cuando la palma desapareció, los chimpancés, monos y antílopes tuvieron que buscar otras fuentes de estos nutrientes, incluido el consumo de arcilla y estiércol de murciélago, infieren los investigadores. Cuando se trata de reemplazar minerales esenciales amenazados por la deforestación, explica Goldberg, "nos preguntamos qué más están haciendo los animales". 

Ese sustento venía cargado de patógenos. Al analizar el ARN y el ADN del guano, Goldberg y sus colegas detectaron 27 virus nuevos, incluido un coronavirus previamente desconocido al que el equipo denominó virus Buhirugu 1.

Para ver si este virus podría infectar a humanos u otros mamíferos, los investigadores enviaron los datos genéticos a Kimberly Bishop-Lilly, científica del genoma de enfermedades infecciosas del Comando de Investigación Médica Naval. El equipo de Bishop-Lilly utilizó las secuencias de ADN para predecir la estructura proteica del virus, una pista sobre si podría acoplarse a cuatro receptores conocidos que otros coronavirus utilizan para ingresar a las células. No parece que el nuevo coronavirus utilice esos receptores conocidos, indica Goldberg, por lo que los científicos no pueden predecir si es infeccioso para los humanos.

Aun así, el nuevo trabajo revela una vía importante para la transmisión de virus de animales a humanos, añade Fabian Leendertz, epidemiólogo molecular del Instituto Helmholtz para One Health. "Esto demuestra lo poco que entendemos las cadenas alimentarias en estos complejos ecosistemas", afirma.

 

SOBREEXPLOTACIÓN DE RECURSOS PUEDE TENER “CONSECUENCIAS CATRASTROFICAS”

Leendertz apunta que desearía que el equipo hubiera analizado las heces de los chimpancés, así como el guano de murciélago, para confirmar que habían ingerido virus que pasaron por sus intestinos y que en realidad persistieron el tiempo suficiente para infectarlos potencialmente. También le hubiera gustado ver al equipo de Goldberg comparar las heces de los chimpancés que comieron guano de murciélago con las heces de los chimpancés en 2011. Eso podría ayudar a confirmar que la desaparición de las palmeras es lo que llevó al cambio dietético, matiza.

El trabajo podría revelar una nueva forma de transmitir los virus de los murciélagos a una nueva especie, señala Gagneux. Al igual que otras vías de transmisión sospechosas, como los chimpancés que juegan en cuevas de murciélagos o comen frutas de los mismos árboles que otros animales enfermos, considera, alimentarse de guano produce el tipo de exposición repetida y frecuente que aumenta las posibilidades de que un virus tenga más posibilidades. adaptarse y mutar para infectar a un nuevo huésped. 

La cadena de acontecimientos en Budongo también muestra cómo la sobreexplotación humana de un recurso puede tener implicaciones “potencialmente catastróficas” para los patógenos emergentes, lamenta Gagneux, al exponer a los animales a enormes cantidades de virus. "Lo único que falta es que los niños encuentren un chimpancé muerto y puedan tocarlo de algún modo, o que los adultos los cacen para obtener carne y el puente para la aparición de un nuevo virus esté completo".
 

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