Se trata de una nutria gigante o lobo de gargantilla. Este descubrimiento es una gran noticia a nivel conservación.
Cuando Sebastián Di Martino, biólogo y conservacionista, salió el domingo pasado a recorrer en canoa el río Bermejo, en Chaco, nunca imaginó que se iba a encontrar con un ejemplar de nutria gigante, una especie que se creía extinta en la Argentina desde hace más de 30 años, al menos, y particularmente en el río Bermejo hace 100.
“Escuché que un animal se tiraba al agua”, dijo Di Martino, que en un principio creyó que se trataba de un lobito de río. Sin embargo, un grito que profirió el animal lo alertó. “Me hizo acordar a los sonidos que emiten Coco y Alondra, los dos ejemplares de nutria gigante traídos de Europa a Iberá para intentar devolver a esta especie a la Argentina”, explicó el biólogo. “Fue una locura y una emoción total”.
Con el ruido estaban las sospechas, pero faltaba la confirmación. “Di vuelta la canoa para filmarla bien con el celular. En el momento en el que sacó el cuerpo fuera del agua y le pude ver la garganta blanca, que es muy típica de la especie, ya no quedaban dudas”, sostuvo.
La nutria gigante o lobo gargantilla es la nutria de mayor tamaño del mundo. Un ejemplar adulto puede medir hasta 1,8 metros y pesar 33 kilos. Es un depredador tope y habita en grandes ríos y humedales del norte y centro de América del Sur. En la Argentina se la considera extinta y a nivel mundial está amenazada de extinción.
Las poblaciones documentadas de nutria gigante más cercanas al Impenetrable se hallan actualmente en el Pantanal Paraguayo, a más de 1000 kilómetros de distancia. El ejemplar, probablemente solitario, puede haber arribado desde allí. También es posible que quede alguna población relictual en algún sitio de la Argentina desconocida por los expertos.
El desafío, según Di Martino, que además es director de conservación de la Fundación Rewilding Argentina, ahora es proteger al animal avistado de la caza furtiva, una amenaza permanente que se cierne sobre la fauna silvestre nativa en las costas del río Bermejo.
Fuente: La Nación